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Tęskno nacieron en un jardín botánico de Varsovia. Allí fue donde la cantante y violinista Joanna Longić y la pianista Hania Rani tocaron juntas por primera vez. Con un marco tan bucólico, resulta lógico que la música surgida de su proyecto conjunto sea inmune a todo aquello que no case con la fotografía de una belleza neoclásica. El del dúo es un pop de cámara y contornos cultivados, orgullosamente portador de una llovizna melancólica (no por casualidad, el nombre del grupo significa “anhelo” en polaco) que halla la equidistancia perfecta entre el intelecto y la emoción pura.
En el principio, fue el ambient. Al menos, en el caso de Lonker See. Poco a poco, el grupo se fue abriendo a explorar terruños próximos al stoner y la psicodelia. Y cuando aquello también se les quedó pequeño, se encaramaron a la libertad del jazz y a todas aquellas músicas cuyo denominador común pasa por fijar la vista en la infinitud del cosmos. De ese caldo ha surgido un álbum, "One Eye Sees Reed", compuesto por tres piezas aparentemente parsimoniosas, que van sumando capas hasta arrojar al oyente por una espiral ascendente.
Imagina estar en una discoteca, en el punto álgido de la noche. Tu cuerpo se deja llevar por los ritmos y, de pronto, por el rabillo del ojo, ves una figura femenina, plantada en el centro de la pista, pero sin mover un solo músculo, contemplando la escena con gesto hierático. La escena se torna aún más perturbadora cuando te das cuenta que es justamente ella quien está lanzando los beats salvajes. La mujer responde al nombre de Aleksandra Grünholz, aka We Will Fail, y hace tiempo que no baila, ni sale de noche. Aquello, dice, pertenece a una vida anterior, a la que se asoma musicalmente con extrañeza, como pensando “¿de veras yo era así?”. Por eso, seguramente, le ha salido un disco tan intrigante como "Dancing", que canaliza las sensaciones de su autora, intrusa en la discoteca, deconstruyendo el hedonismo con ojo clínico.
Cuando Lei Ching, aka L8CHING mira por su ventana en Taipei, suele encontrar un paisaje lluvioso, acorde con el clima de Taiwán. Esa humedad melancólica se filtra en las canciones de un músico que empezó como batería para multitud de bandas y proyectos, y que recientemente se ha acercado al micro para desgranar historias de amor y pérdida, mezclando el taiwanés tradicional con el inglés, y mimando los ritmos y las atmósferas para acercar sus canciones al pop y a un R&B que aparta las nubes.
La nota de presentación de "Ghost Island", el EP de debut de Meuko! Meuko! no habla de música. Al menos, no directamente: en lugar de describir la complejidad de sus beats y texturas, la artista prefiere relatar un sueño perturbador y distópico, como si fuera la sinopsis de una película. No es una elección caprichosa, ya que esta trama onírica es el fundamento de la música que compuso después: una maraña alucinógena, repleta de interferencias, electricidad estática y guiños a las bulliciosas calles de las metrópolis asiáticas. En directo, este guion cobra vida a través de las espectaculares proyecciones creadas por el colectivo NAXS Corp., realzando la ambición audiovisual de Meuko! Meuko!