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Desde sus tiempos como mitad de Hype Williams, el fumadísimo proyecto dub que formaba junto a Dean Blunt, la figura de Inga Copeland ha sido un misterio. Ni siquiera hay constancia de su nombre real, ni siquiera hay constancia de que ella sea real. Su última reencarnación es Lolina, alias con el que sigue a la gresca con el formato tradicional de canción. Su propuesta, una especie de trip-hop deformado, se mueve en los márgenes, más allá de lo conocido. Un fascinante método de ensayo y error en el que parece buscar, sencillamente, el mejor error.
Lolina - The River from Lolina on Vimeo.
Ni ramos de rosas, ni bombones. Seamos serios, por favor. A Bea Pelea lo que le despierta su lado más romántico es el reguetón y sus alrededores. La granadina ha sabido filtrar los sonidos de los que se rodeó en su infancia durante su estancia en México y Guatemala (salsa, cumbia, dembow) para convertirlos en tiernas cartas de (poli)amor, aunque una cosa termine llevando inevitablemente a la otra. “Tú sabes, bebé, que en el amor a veces se gana, a veces se pierde”, suelta en "Sé que me buscas". Pase lo que pase, nosotros siempre ganaremos mientras siga volcando su diario en la pista.
Clara Sobrino –en arte, Clara!– es algo así como una doctora honoris causa del reguetón. Una precoz figura de autoridad en la escena gracias a la serie de mixtapes "Reggaetoneras", donde enlaza prehistoria, presente y futuro de la presencia femenina en el género, fulminando tópicos sobre qué es y qué representa el mismo. Finalmente, en 2018, Clara! se ha decidido a pasar al otro lado del espejo e inscribir su voz y su visión en el estilo, aliándose con Maupa Mazzochetti en el 12” "Meneo". En sus manos, la inclemencia rítmica del reguetón se escora en las vecindades de la EBM, mientras que el recitado adquiere una claridad distante que corta por lo sano con todo residuo machirulo: "Si te acercas, me escabullo / Si me tocas, te aniquilo / de un chasquido te fulmino / Si me buscas, te destruyo".
Basta ya de falocentrismo y tabúes con la sexualidad y el cuerpo. Somos todos cuerpos políticos. Basta ya de hombres cis heteros blancos enamorados de sí mismos. Solo faltaría que Linn da Quebrada, quien ha sufrido en sus propias carnes la pobreza, el racismo, la homofobia, la transfobia, el machismo e incluso un cáncer sin haber cumplido los treinta, tenga ahora que aguantar tus tonterías. Además, está concentrada difundiendo por todo el mundo su desbordante "Pajubá", un álbum visual fruto del crowdfunding que desgrana sus fogonazos con despampanantes clips como si del "Lemonade" de una Beyoncé carioca se tratara. A golpe de favela funk y bailes obscenos, el suyo es un disparo certero hacia las raíces más profundas del heteropatriarcado, que se desmorona al paso de sus tacones. Del machirulismo se sale, de su afro-funk-vogue no.
Siempre habíamos creído que Mina solo había una –la Tigresa de Cremona, claro–, pero a partir de ahora también identificaremos este nombre como el de la productora británica que se curtió pinchando afrobeat, dancehall y sabores tropicales en fiestas subterráneas, para luego fichar por Enchufada y lanzar una serie de EPs y singles en los que colabora con vocalistas de distintas nacionalidades; composiciones que Mina convierte en la columna vertebral de unas sesiones tremendas, en las que busca sacar los colores a los ritmos de alrededor del globo.