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Desde finales de 2022, el Punto Lila se ha consolidado como una pieza clave en la lucha contra las violencias sexuales y LGBTI-fóbicas en Sala Apolo. Tres años después, hacemos balance de su evolución, de los retos que afronta y de su impacto real en el ocio nocturno.
Hablemos con Al Torres Cámara, psicóloga social vinculada al observatorio contra la LGTBI-fobia desde mayo de 2024 y actualmente responsable del Punto Lila de la Sala Apolo, al que empezó en marzo de 2025.
¿Cómo ha evolucionado el Punto Lila desde que se puso en marcha hasta hoy?
El Punto Lila comenzó a finales de 2022 y, desde entonces, han pasado por él cuatro profesionales diferentes. El funcionamiento principal sigue siendo el mismo, especialmente en lo que respecta a informes y gestión interna. El cambio más grande, sin embargo, lo aporta cada profesional con su perspectiva, siempre dentro de un marco común basado en el consentimiento, la prevención de agresiones sexuales y LGBTI-fóbicas, y el protocolo No Callem, en coordinación con el Observatorio contra la LGBTI-fobia.
¿Qué cambios habéis implementado a lo largo de los años para adaptaros a las necesidades del público y del contexto social?
La evolución del Punto Lila también depende del público y del contexto. Por ejemplo, en fiestas como Milkshake, con un público más joven y grupos grandes, usamos un juego de preguntas tipo trivial sobre sexualidad e historia para generar conversaciones. En cambio, en fiestas como Nitsa, es más útil llevar material sobre exposiciones, charlas o actividades culturales para iniciar diálogos y crear vínculos con los clientes.
¿Por qué es esencial mantener un Punto Lila permanente en espacios de ocio nocturno como Sala Apolo?
Porque se necesita conocimiento específico para actuar ante una agresión. No se trata solo de reaccionar rápido, sino de actuar con una perspectiva que busque la transformación social. El ocio nocturno es un espacio donde a menudo faltan códigos claros sobre límites, especialmente por la presencia de alcohol y drogas, y esto se ha utilizado como excusa para justificar conductas reprochables. El Punto Lila ayuda a establecer estos códigos y a hacer que la noche sea un espacio más seguro.
¿Qué indicadores os confirman que el Punto Lila tiene un impacto real en la reducción de violencias?
Internamente, hacemos un recuento de las incidencias y elaboramos informes que enviamos a Sala Apolo, lo que permite observar la evolución cuantitativa de las agresiones. Aun así, nuestra tarea principal es actuar ante las agresiones y ofrecer a la persona afectada información, apoyo psicológico y recursos si los desea. También realizamos una labor preventiva cuando detectamos conductas que podrían escalar, y nuestra presencia tiene un efecto disuasorio.
Según los datos recogidos, ¿cuáles son las situaciones más habituales que se detectan en la sala?
Desde que me incorporé, lo más habitual son agresiones sexuales o sexistas en las que un hombre invade el espacio personal de una mujer o grupo de mujeres e insiste de manera molesta para ligar, hasta que la situación se comunica y intervenimos.
¿Cómo se ha trabajado para abordarlas?
Siempre siguiendo el Protocolo No Callem, respetamos la voluntad de la persona afectada. Cuando es viable, explicamos a la persona agresora el motivo de la actuación. A menudo, la medida solicitada es la expulsión de la persona que ha agredido.
¿Cómo se coordina el Punto Lila con protocolos como el “No Callem” y con el Observatorio Contra la Homofobia?
Actuamos de acuerdo con los principios de ambas entidades y derivamos los casos pertinentes. También mantenemos una comunicación fluida ante situaciones ambiguas, complejas o urgentes.
¿Qué retos tenéis para seguir reforzando esta iniciativa en los próximos años?
Ante el incremento de la polarización social y la legitimación de violencias sexuales y LGBTI-fóbicas en algunos discursos mediáticos, es fundamental continuar con una labor pedagógica. Debemos fomentar el diálogo y establecer códigos que respeten la integridad de todas las personas, para que Sala Apolo y cualquier espacio de ocio nocturno sean lugares donde nadie se sienta amenazado por existir dentro de la disidencia o convivir con ella.
¿Creéis que este modelo puede servir de ejemplo para otros espacios de ocio nocturno en Cataluña?
No hay un modelo único, cada espacio tiene necesidades concretas. En otras ciudades europeas, por ejemplo, los Awareness Teams tienen una perspectiva más preventiva. Lo que sí está claro es que se necesita personal formado para atender estas situaciones. Pero nuestro trabajo por sí solo no puede abarcar la complejidad del problema: si los espacios de ocio contratan mayoritariamente DJ’s hombres, si no dan espacio a mujeres, disidencias LGBTI o personas racializadas, o si el personal tiene actitudes discriminatorias, nunca hablaremos de espacios seguros. Somos una parte pequeña de un conjunto de medidas que deben tomarse tanto a nivel corporativo como social.